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Foto del escritorSlaymen Bonilla

Los cuentos de nahuales: Hacia una descolonización de la literatura fantástica

Actualizado: 7 ene 2021

Ensayo a cargo del autor Slaymen Bonilla

Publicado originalmente en el número uno de la revista literaria "Quinta Raza" y reposteado en el blog de la página oficial del autor y antólogo Paulo César Ramírez Villaseñor.

Nahual imagen de E. Clement

En una nota publicada en el periódico La Jornada, el 18 de agosto del 2014, a razón de la presentación de mi novela El Cantar de Quetzalcóatl: Ehécatl, se dice lo siguiente: “Al género fantástico-maravilloso, expuso Slaymen Bonilla, se le conoce también popularmente como cuento de hadas, me encantaría que en algún momento esto pudiera generar cuentos de nahuales en vez de hadas, como una especie de subgénero, e insisto, no por pretensión, sino por tristeza de que no se haya realizado’”.

Ése es el motivo del presente, exponer, de manera sucinta, eso que llamo “cuentos de nahuales”, su olvido, su necesidad y sus nuevos derroteros. No tengo la pretensión de que éste sea un artículo académico, sino sólo el ensayo de un escritor que se ha aventurado a nuevas tierras.

En su ensayo, Introducción a la Literatura Fantástica (1981), Tzvetan Todorov (probablemente el erudito por excelencia de este género) nos explica que el género fantástico (o lo fantástico) siempre ha de colindar con lo extraño o con lo maravilloso. A este respecto dice: “se acostumbra a relacionar el género de lo maravilloso con el del cuento de hadas; en realidad, el cuento de hadas no es más que una de las variedades de lo maravilloso” (40).


De aquí se entiende lo dicho por mí en la presentación de mi obra, pues, más allá de consideraciones teóricas estrictas, al género fantástico se le confunde popularmente con los cuentos de hadas. Digamos que, en lo semántico, no hay sinonimia, aunque sí existe una analogía que se puede extender. De hecho, la palabra “cuentos de hadas” nos da la clave interpretativa del contenido folclórico de casi todo el género. Y me refiero específicamente al “hada”, palabra y personaje de la mitología griega y romana. Es más, si uno ve la definición que, un sitio tan común como Wikipedia da del Cuento de Hadas, se encontrará con lo siguiente: “es una historia ficticia que puede contener personajes folclóricos —tales como hadas, duendes, elfos, brujas, ogros, unicornios, sirenas, troles, gigantes, gnomos y animales parlantes [...]”. ¿Cuál es el común denominador de estos estos seres? La respuesta que abona a nuestra tesis es: su origen europeo. Y es que si bien las regiones pueden varias (Europa del Norte, del Este o del Centro, principalmente), la constante es una, la concepción de lo fantástico está íntimamente ligada al folclor de aquellas tierras. Incluso los dragones, pues a pesar de que conocemos la tradición oriental y, más en concreto, la china con respecto a este ser mitológico, no por eso deja de existir un arraigo situado en las tradiciones populares europeas (venidas de Grecia[1] y Oriente Próximo). Al final, lo que intento decir hasta aquí es que el género fantástico está monopolizado, en su mayoría, por mitologías europeas; lo cual nos lleva a afirmar, siguiendo a Enrique Dussel, que estamos frente a un género preponderantemente eurocéntrico.



No se me malentienda, ¿está mal lo Europeo? De ninguna manera. ¿Está mal SÓLO lo Europeo? Lo más probable es que sí. En el mejor de los casos es una limitante que nos impide expandir horizontes, lo cual sería un imperativo del género fantástico; en el peor, secuestra la mitología y el folclor de culturas tan ricas y excitantes que podríamos hablar de “genocidio” cultural. De ahí nuestro interés por rescatar y defender algo más. Y es que, incluso, detrás de este acto de apariencia meramente literaria, nos hallamos frente a una cuestión ética y política. Ese algo más, para nosotros, son los cuentos de nahuales.


Los nahuales son un arquetipo cercano al del mago, el brujo o la hada. Seres con poderes sobrenaturales que tienen la capacidad de convertirse en animales. La palabra, de origen náhuatl, significa “oculto” o “disfraz”, justo por la nueva piel que encarnan. De esta manera, a pesar de su origen específico, podemos asumir la categoría como un arquetipo, esto es, algo que engloba varias tradiciones y posibilidades de la América indígena, precolombina. No se trata de localismos, en cuyos casos tendríamos cantidad de nombres y denominaciones, se trata de encontrar figuras universales que puedan contener el gran tesoro de la diversidad. Mejor aún, de lo que se trata es de la descolonización de nuestras mentes, de nuestra filosofía, de nuestro arte y, con ellas, de nuestras letras.

Es cierto, la tarea es larga y éste no es el primer intento. Grandes artistas y pensadores han planteado sus propias revoluciones y, así, desde el Realismo Mágico, hasta los varios movimientos de arte indígena o la Filosofía de la Liberación, nuestra América se ha visto fortalecida en su originalidad; mas, para nosotros, amantes de la fantasía, una nueva era, con nuevos personas y motivos debe venir.


Sí, también es cierto que faltan elementos, por ejemplo, un mejor dominio de nuestras antiguas lenguas, pero la semilla de ha de plantar, para que después el bosque florezca.


Esto implica un apartado político y ético. La colonización de la que hablamos posee estas dos dimensiones. Un esclavo no sólo lo es esclavo físicamente, también puede serlo en su mente. Piensa como el amo, actúa como el amo, utiliza la lengua del amo, le reza a los dioses del amo. Eso es lo que le ha sucedido a nuestra gente en los últimos 500 años. Claro que hay algo de europeos en la mayoría de nosotros, al final somos mestizos, pero hemos sepultado la otra mitad de nuestro corazón, relegándola a prejuicios y ofensas. “Pinche indio”, “está prieto”, “no habla castellano”, etc. Y desechando esa mitad, hemos olvidado nuestras lenguas, a nuestros dioses, nuestras costumbres, en beneficio sólo de la otra mitad.

Caso especial el de Paraguay, donde desde pequeños se les enseña el castellano, pero también el guaraní. De este modo, olvidándonos de parte de nuestras raíces y nuestro corazón, nos hemos olvidado de quiénes somos. El problema es que quien se olvida de quién es, quien se olvida de su ser, es fácilmente controlable, manipulable. Nuestro “ethos” se diluye, nuestra “morada” es abandonada, convirtiéndonos en meros espectadores, títeres que se han olvidado de dónde vienen y, por ende, de a dónde van, hombres grises. Y cuando en lo personal, en lo individual o en lo familiar nos extraviamos, lo público, lo comunitario se vuelve un caos. ¿Será casualidad que los pueblos emanados de la América indígena sean de los más corruptos, pobres y violentos? He ahí la necesidad de regresar al hogar.

Dicho lo anterior, el género de lo fantástico requiere de nuevos horizontes, por lo que es indispensable voltear a vernos a nosotros mismos; no necesitamos voltear a ver más allá, a veces la respuesta se encuentra en nuestras propias manos. Nuestras tierras nos proveen el material suficiente para poder construir nuevos caminos, nuevos reinos, nuevos héroes. Y esa fue mi propuesta con el Cantar de Quetzalcóatl.


Hace ya cinco años que, tras leer el Cantar del Mío Cid, comencé a preguntarme qué había de parecido en nuestras letras; buscaba algún cantar de gesta que narrase las aventuras y batallas de nuestros antepasados. Sí, es cierto, como se dijo la sangre española también corre por nuestras venas. ¿Pero qué había de lo indígena? Lo más cercano fue La Visión de los Vencidos, pero, como su propio nombre lo indica, una derrota se fraguaba como construcción narrativa. Entonces, al ver vacío este anaquel, tomé la determinación de comenzar algo. Quería un cantar de gesta, eso estaba claro, pero no podía hacerlo al estilo clásico, pues las estructuras han cambiado y, con ello, gran parte de los lectores. Y vino la intuición. Desde pequeño fui un amante del género fantástico, de lo maravilloso, de lo extraño y también de la mitología. Obras como el Señor de los Anillos, las Crónicas de Narnia, Terramar, Eragón o el Nombre del Viento eran mi pan de cada día. Entonces, ¿por qué no hacer una fantasía épica? Y, tras seis meses de investigación ardua y seis de escritura, me lancé al ruedo. La primera edición de mi novela, la cual era un tercera parte del primer tomo, publicada por el sello Ediciones y Punto, tuvo una gran acogida, agotando sus mil ejemplares en pocos meses. Las críticas, desde entonces, han sido, por lo general, muy buenas. Tanto es así que hace unos meses pude publicar la segunda edición (con el tomo completo). Pero la sorpresa vino poco antes de esa segunda edición. Un día recibí el mensaje de un tal Paulo César Ramírez Villaseñor, quien decía haber leído la nota que La Jornada hiciera sobre mi obra. Luego, me platicó sobre un proyecto que realizaba junto a otros dos escritores latinoamericanos, el argentino J. R. Del Río y el venezolano Guillermo Moreno; a este proyecto le dieron el nombre de Macuahuitl y Nahuatl. El objetivo era, justamente, crear fantasía prehispánica. Paulo, al buscar, tal como yo lo hiciera, algo relativo al tema, encontró lo planteado por mí cuatro años atrás. Y es que la posibilidad de los cuentos de nahuales era también su intuición. Así, hoy, de la mano de este movimiento, con el cual me hermano como una especie de pionero, la búsqueda ha iniciado. Seguro no hemos descubierto el hilo negro, seguro hay otros escritores que antes de nosotros lo intentaron, mas eso no es lo relevante, sino que ahora, gracias a las redes sociales y otros elementos, podemos unirnos como hermanos que somos y, buscar en las raíces de nuestros abuelos, nuestra propia voz, nuestros propios escenarios, rituales, héroes, armas, etc., esto es, nuestro propio lenguaje.

Así que esa es la invitación, hagamos de la fantasía algo propio, soñemos nuestros propios mundos y levantemos nuestras armas para podernos encontrar.


Bibliografía

Ehécatl, novela de género fantástico que recupera la mitología prehispánica. (18 de agosto de 2014). La Jornada. Recuperado de: http://jornada.unam.mx/2014/08/18/cultura/a11n1cul Todorov, Tzvetan. (1981). Introducción a la literatura fantástica. México: Premia.

[1] Es importante aclarar que la palabra griega δράκων significa serpiente.

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