Si bien el Jidaigeki se enfoca en mostrarnos las historias, sean de comerciantes, artesanos, agricultores y desde luego samurais, siendo sus entornos principales los períodos Edo, Helan e incluso la era temprana Meji; es el subgénero del Kengeki o Chambara el que se concentra en los espadachines, la épica y la aventura. Samurais, ronins, shinobis e incluso las onna bugeishas, las llamadas “mujeres samurai”, son los principales protagonistas de ese subgénero. De este modo el Jidageki se asemejaría más al género de Ficción Histórica, mientras que el Chambara sería más como una especie de Capa y Espada. ¿Qué ocurre entonces cuando imaginamos aventuras en el Japón feudal, cargadas con el folklore y los mitos nipones, además de llenas de magia? Si vamos a centrarnos en el énfasis de la aventura y la fantasía, se podría pensar simplemente en una especie de chambara, en su vertiente fantástica, pero hay quien propone que este subgénero debería tener nombre e identidad propia, llamándolo Katana y Brujería. Aparentemente se toma el significado literal de la palabra katana (espada), quedando con ello sobreentendida la ambientación nipona, agregando el brujería, como si se tratase del género de Espada y Brujería (Sword & Sorcery), siendo una especie de espada y brujería japonesa. Pero dado que la brujería , la hechicería y la magia son términos a veces intercambiables, y que algunas de las creencias del Japón podrían verse como “mágicas”, yo sugeriría un término que describiera un poco mejor el aspecto mágico que pudiera leerse de este tipo de historias de fantasía heroica japonesa.
Tomemos por ejemplo el término Kodoku, que tiene su equivalente en la magia llamada Gu o Jincan de China, la cual está centrada en el desarrollo de venenos, identificado más tarde con el envenenamiento espiritual o de la voluntad y la posesión, es decir, con el control del hechizado por estos medios. El Kodoku (también llamado kodō, kojutsu o fuko) se explica por su propia etimología, relacionada con la toxicidad y los insectos tales como gusanos, serpientes, arañas, sapos o escorpiones. Se decía que los practicantes de este arte podían invocar shikigamis y tsukimono, como una especie de espíritus familiares.
Esta técnica fue popular desde la Dinastía Tang en China y de los períodos Nara y Heian japoneses, hasta que se prohibió y condenó entorno al S. XIV. Es lo que podríamos llamar en concreto Brujería o Magia Negra de Japón.
Sin embargo, tanto los shinobi, los ubasoku, los shugenja, los yamabushi y hasta los practicantes del Jugondo poseen habilidades que pueden verse como místicas o mágicas. Pero mientras que los shinobi son ninjas, los ubasoku shamanes, los shugenja practicantes de un camino filosófico-espiritual y los yamabushis monjes-guerreros, son los Jugonja los que se preocupaban por cuestiones como enfrentar y derrotar monstruos; la curación de las enfermedades; liberar a personas, lugares y objetos de la posesión de espíritus (fueran estos malvados o no); además de dispersar apariciones (entiéndase como yokai).
El Jugondo era una disciplina altamente ritualista, que incorporó prácticas médicas chinas, encantamientos y hechizos taoístas, invocaciones mágicas y formas de hipnosis para inducir estados místicos en el practicante. En estos estados alterados, los jugonji lograrían realizar hazañas tales como caminar sobre el fuego y resistir el agua hirviendo en su piel desnuda, sin daño alguno. Para cuando el Taoísmo y el Budismo se introdujeron a Japón a través de Corea, y se mezclaron con el Sintoísmo y el Jugondo, este evolucionó hasta convertirse en el Onmyodo.
Los practicantes, llamados onmyojis, eran capaces de interpretar los astros, adivinar el futuro, conocían de geomancia, la creación de talismanes escritos con bendiciones llamados ofuda, expulsar demonios u otras apariciones, así como poder tener control sobre distintos shikigamis, yokai o yurei, según fuere el caso. Además los onmyojis eran capaces de enfrentarse con shinigamis y realizar exorcismos, así como romper las maldiciones o los encantamientos del kodoku. Son, sin duda alguna, a quienes podríamos llamar magos o practicantes de magia del Japón feudal.
Dicho esto y tomando la idea de una espada y brujería nipona, es posible que el término más adecuado tuviese que ser algo como Katana to Kodoku (Espada y Brujería), aunque dado la mística que envuelven las tradiciones del Japón medieval, así como la figura histórica de Abe no Seimei, llamado muchas veces “el Merlín japonés” por su importancia como figura legendaria, es que yo me inclino por el nombre de Katana to Onmyodo, que significa algo así como Espada y el Camino del Ying y el Yang.
Pero ya sea nombrado Chambara Fantástico, Katana to Kodoku, Katana to Onmyodo o simplemente como Katana y Brujería (nombre dado por la autora M.H Isern y con el que originalmente se acuñó este subgénero), no cabe duda de que la temática es terreno fértil para contar y descubrir historias desarrolladas en un Japón medieval mágico y que nos puedan atrapar para siempre. Ya el tiempo lo dirá.
Matta ne.
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